Perro




Perro, s. Antigua divinidad de las primeras civilizaciones urbanas cuyo culto el cristianismo no logró erradicar. Su veneración ha manifestado un incremento durante los últimos años en nuestras ciudades, si bien se ha diseñado un estilo de vida para el animal paralelo a su dueño, que le asemeja arriesgadamente más a éste y tiene menos concomitancias con sus antecesores Berganza y Cipión. Son sobradamente conocidas sus exhibiciones públicas matutinas y vespertinas a cargo de jovencitas, amas de casa en edad avanzada y jubilados, que los llevan convenientemente aseados y dotados de una correa extensible cuya acción y retracción suele traer loco al can, cuando no al viandante. 

Probablemente este auge reciente de la ideología del ponga un chucho en su mesa tenga que ver con un viejo pensamiento de Sartre. Aquel que decía: Dios es la soledad de los hombres. Vuelta la oración por pasiva, es la soledad de los hombres la que reclama el consuelo del noble animal, ya que parece cada vez más difícil el entendimiento y la comunicación entre los seres humanos. En este sentido, es de apreciar positivamente que la soledad doméstica haya reclamado un retorno a la vieja deidad canina en estos tiempos en que la ficción monoteísta no aporta nada a las almas solitarias.


2 comentarios:

  1. El segundo párrafo es genial, acierta en el centro de la diana con precisión milimétrica. A partir de último punto y seguido, una reflexión/observación totalmente contrastable.

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  2. Ah vale, como la gran obra de Bierce, pero sin gracia y con un aire modernillo post-ateo

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