Narcisista























Narcisista, adj. Seguidor de la religión donde se rinde culto al ombligo. La particularidad es que sus fieles se atraen y se repelen alternativamente, debido a la dura y competitiva exigencia doctrinal a que se ven sometidos. No obstante, ante el enemigo infiel y para promocionar su catequesis, suelen hacer piña. Antiguamente su iniciación les llevaba a admirarse a la orilla de un río de aguas mansas. En la actualidad suelen disputarse platós de televisión, presidencias de consejos de administración, cátedras, mostradores de librerías y direcciones generales de ministerios desde donde se contemplan en la mirada colectiva de telespectadores, empleados, alumnos, presuntos lectores que no les leerán jamás  y vasallos de variada condición. Toda su obsesión es subir puestos, escalar a lo más alto y rozar las estrellas, sin caer en la cuenta de que cuanto más estratosféricamente se encuentren el resultado de una caída es más fatal y menos anónima que en un río.



5 comentarios:

  1. Evidente, si, evidente, un buen razonamiento. Bs.

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  2. Es que los tiempos y los escenarios van cambiando, aunque los ombligos sigan siendo idénticos a los de entonces.

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  3. Con tu permiso, introduzco un concepto en esta (tu) coyuntura.
    http://utopazzo.blogspot.com.es/2010/09/el-narcisistacom.html

    Un abrazo.

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  4. Con lo bonito que es el narciso y que tenga esta carga encima!

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  5. ¿Dónde se rinde culto al ombligo? Yo quiero ser de esa religión. No comulgo con ninguna catequesis que no considere, en el ritual de las aguas platónicas, el acercamiento al ser amado indiscutible (ese al que nos parecemos tanto que posiblemente -sin miedo a equivocarnos- se puede afirmar que somos su idéntico y semejante). En este tiempo hay una distorsión clara de la belleza y de la realidad; con los egos agrandados hasta el extremo, se cultiva la morfina de las emociones (panacea que el descubrirse, siente una secreta y profunda atracción por lo abyecto). No hay nada malo en amarse a uno mismo, aun a fuerza de convertirnos en bufones de nuestra propia fantasía, lo malo es pretender que todos nos amen por lo que somos.

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